PRÓLOGO "ARRIEROS SOMOS"
Benjamín Ángel Maya
Quien ama y divulga la poesía y el humor, procurando interpretarlos fielmente y ennoblecerlos con el ademán adecuado y las precisas modulaciones de una clara dicción, es casi tan poeta y tan humorista como los creadores auténticos de tan maravillosas artes. Por eso, entre aquellos, cometería el soberbio pecado de quererme contar y por eso también la razón de atreverme a escribir este prólogo desmirriado, que en nada beneficiará al autor, cuyos propios méritos lo relevan de toda ayuda forastera. Por lo tanto, creo firmemente en la poesía y el buen humor de Rodrigo Correa Palacio. El, como la Singerman, como Víctor Mallarino o como Rafael Arango Villegas sabe muy bien amar, interpretar y difundir lo uno y lo otro. Y, para salir de esta geografía vernácula y tropical, e ir a la fuente nutricia de las letras hispanas, tan poeta como Federico García Lorca y tan humorista como Enrique Jardiel Poncela, me parece este paisa de pura cepa. O como cualquier pareja de cualquier país. Igual que está la feliz culminación del fabricante en la habilidad del vendedor, así lo mismo, quien memoriza y recita y narra las creaciones del escritor, participa de su arte y de su gloria. Rodrigo Correa Palacio, pues, es intérprete excelentísimo del verso porque dignifica al autor con la fuerza creadora de su voz, de su exacta puntuación, de sus modulaciones adecuadas, de la imitación admirable que hace de los personajes, al referir gracejos, costumbres o repentismos, de esos que fulguran relampagueantes en el habla popular de la Antioquia grande y gloriosa; de esa Antioquia inmortal, que de no ser cercenada imbécilmente, sería hoy la República del Corazón de Jesús, del café, del oro y del maíz, y de las letras también. Cuando Rodrigo imita y cuenta y lee y remeda y crea y hace humor del fino, es capaz de sacarIe risa a un gerente bancario, o a un recaudador de hacienda, o a un sentenciado a muerte; o de alegrar un entierro o de interesar a sus oyentes en la bestial incoherencia de unos versos modernos.
Pero, mi defendido, claro está, tiene otros méritos importantísimos: a más de gran amigo, gran ciudadano y gran señor, de rancia prosapia, es muy ágil periodista del aire, con un programa amenísimo que difunde, bajo el título, muy significativo y autóctono, de "ARRIEROS SOMOS" con el cual bien se compendia el glorioso pasado de una raza, cosido con hilos de entrañable afecto a las enjalmas y al atuendo característico de los hombres fuertes que transportaron la civilización y el progreso, por difíciles caminos, sobre el lomo potente de los bueyes y las mulas.
"ARRIEROS SOMOS" desde hace mucho tiempo deleita y hace reir a los radio-escuchas de Antioquia y sus contornos. Y quien esto logra es tan meritorio como el que da limosna o reparte salud. Rodrigo Correa Palacio es un paisa fatuto, de todo el capacho, que bien saben apreciar sus conterráneos dominadores por demás del chiste fino, la hipérbole oportuna y el repentismo relámpago.
Mas ahora, el gran locutor, poeta, humorista y animador sin par, se viene con una gracia nueva para agregar a la bien ganada fama que lo exorna: va a sacar, pero ya, un libro con el mismo título de su programa radial:
"ARRIEROS SOMOS". Se trata de una feliz recopilación de crónicas de diversos autores, inéditas la mayoría. Tendrá trabalenguas, juegos de niños, gracejos, exageraciones y comparaciones. En fin, un volumen tan gustoso y salado como el que publicara, por allá en el año 28, el Ñato Isidro Molina, titulado: "LA SAL DE LA VIDA" Para apreciarlo mejor baste la respuesta que me dio alguna vez al preguntarle si su libro fue muy salado. Horrible, hombre, me dijo, tanto que el último ejemplar se lo comió una vaca". Pues, por lo que conozco este no se quedará atrás y los animales se tendrán que relamer al oírlo nombrar apenas, ya que íntegra la edición irá a las bibliotecas. Sí porque Rodrigo, a más de muy conocido, es hombre de clara inteligencia, aunque ahora le falló al escogerme como padrino de su obra. Lástima grande, habiendo tantos adecuados y derechosos. Sin embargo, un prólogo, bueno o malo, ni quita ni pone, porque los vinos generosos se recomiendan solos y mi compadre no es licor de mandrágora sino elíxir acendrado de las mejores vides y añejado en bodegas de rancio abolengo. Por lo tanto, "ARRIEROS SOMOS", no importa el ningún lustre que yo le dé, se venderá, de ello estoy seguro, como pan caliente o como boletos para entrar al Cielo sin previa revisión de cuentas.
Entonces sólo me resta felicitar al autor por tan valioso aporte cultural y soltar al paciente lector para que se deleite a continuación gustando y regustando lo que sí lo hará gozar y reír.
Benjamín Ángel Maya